Me cuesta comenzar esta entrada a pesar de los siete días transcurridos desde el atentado de Las Ramblas. Mucho se ha dicho y se dirá y mucho se ha hecho y se hará. Cada día hay comentarios de todo tipo, unos más acertados que otros. Están los que, desgraciadamente, quieren arrimar el ascua a su sardina aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, por no hablar de esa jungla que pulula por las redes, los que dicen cosas serias y los de los lugares comunes lanzando mensajes repetidos hasta que suceda otra vez.
No sé si lo que voy a decir es políticamente correcto pero es una reflexión que considero tan válida, y discutible, como las otras.
¿Qué lleva a un muchcho joven a hacer semejante barbaridad?… Ojalá tuviera la respuesta cierta. Busquemos una nueva visión, una relacionada con el lenguaje que todo el mundo entenderá. Y digo de lenguaje porque nadie se extraña cuando se habla de morir o matar por Dios (cualquiera) o la Patria. Dos entelequias metafísicas. Sin embargo si dijèramos que uno muere por la ciencia, la literatura, la medicina, la historia, suena absurdo y resulta que sí que son cosas tangibles (y que no estoy diciendo que haya que llegar a tales extremos por ellas). En lo de la metafísica hay un componente de heroismo (supuesto ya que es un calificativo que ha de ponerte el grupo) y también de adoctrinamiento pues hay que creer ciegamente. Y esto no es privativo de ninguna cultura/religión, fanáticos hay en todos lados, basta con recordar lo sucedido en Bosnia no hace tanto, por no retrotraernos a épocas de campos bajo el lema de «El trabajo os hará libres» o de fosas comunes aún repartidas por la península.
Dicen que el imán responsable del adoctrinamiento de los muchachos era un individuo con gran capacidad de convencimiento, y seguro lo era, que consiguió que chicos que dicen en su entorno eran normales, decidan hacer esa bestialidad. Nadie detectó nada, nadie vio nada, nadie intuyó nada. Sus amigos, sus profesores… Y seguro fue así, pero fueron captados. Ahora dicen que hay que controlar lo que los imanes dicen en sus sermones, aunque dudo mucho que esta forma de actuar se haga en público, por si acaso el religioso lanza una soflama anti occidental.
Hace muchos años que nuestras escuelas son multiculturales, nada malo. Lo que quizás no hemos comprendido en los centros de enseñanza es la complejidad creciente de la sociedad y seguimos en una línea de información que no de educación ¿Es la educación responsable de no haber detectado lo que estaba pasando ? No. Pero si una persona externa puede hacer tal estrago, que no podría hacer la escuela en positivo más allá de las amenzas terroristas o de cualquier tipo. La escuela ha de adoctrinar y lo digo así de claro, adoctrinar ¿En qué? En la democracia radical y los valores universales de la Ilustración. ¿Porqué se suprimió una asignatura como Educación para la ciudadanía? Motivos políticos y sectarios, la Historia es más sencilla de manipular. El educador y la educadora han de ser radicales en esto y han de ser más importantes para los jóvenes que los captadores exteriores. Si no, no estamos haciendo bien nuetra labor. Una tarea importantísima y en estos tiempos de individualismo y tecnocracia, más aún. Y no porque pensemos continuamente que al otro lado de la calle está el mal, sino porque es básico para el funcionamiento de la sociedad. Los valores universales de la Ilustración no se pueden enseñar como parte de un tema de Ciencias Sociales como si fueran ajenos o cosa del XVIII, hay que interiorizarlos porque son positivos y hay que darles continuidad en una sociedad con oportunidades. El fracaso escolar es una lacra y la solución no es la expulsión o quitarse el problema de encima porque, a la larga, el problema se apodera de tí. El lirio en la mano y decir que hay que ser buenos está bien como eslogan(cursi) pero eso ha de tener un fuerte componente ideológico y formativo detrás, preventivo si se quiere. Los educadores no nos damos cuenta de la importancia que tenemos y que sobrepasa la mera comunicación de conocimientos, tenemos parte del antídoto contra el fanatismo, venga de donde venga. La utilidad de lo inútil dijo alguien una vez refiriéndose a la Humanidades cada vez más arrinconadas. Más Platón, más Kant, mas Arendt, más Shakespeare y García Márquez y también Averroes e Ibn-Jaldum, maestro de historiadores. La divesidad es buena, enriquece, pero el límite es el mismo para todos, la libertad del otro. Si estamos convencidos de que la democracia y los valores del humanismo son positivos defendámoslos y proclamémoslos con radicalidad. Ser demócrata no es admitir rebajas de estos valores en nombre de una supuesta concepción del pluralismo donde hay que dejar expresar a todo el mundo en nombre de la divesidad cultural. Y me reafirmo, no sé si es una expresión políticamente correcta, pero hay que adoctrinar en los valores humanistas, que no son sólo occidentales, y entender al que trata de liquidarlos, que no significa ni compartir ni perdonar, sino tener más argumentos para contrarestarlo y acabar con él, ideológicamente, en defensa de lo que la humanidad debería ser.
¿Es la solución? Seguro que no, pero es parte de ella. Una persona formada en valores con conciencia crítica tiene menos probabilidades de ser atraida por fanáticos de toda cuerda y condición y en esto la escuela ha de ser radical.
Pingback: Escuela y terrorismo – Ni tantito así