Vaya por delante que soy un gran aficionado al fútbol y que he seguido todos los mundiales desde mi primer recuerdo de ellos, aquel gol de Rubén Cano a Yugoslavia que nos clasificaba para Argentina 78. Mundial entonces polémico por la más que reciente instauración de la dictadura que estaba haciendo desaparecer a miles de personas. Deporte y política casan mal pero siempre han terminado encajando. Mussolini tuvo su mundial de fútbol (1934) y Hitler sus juegos olímpicos (1936).
Desde el día que se decidió que Qatar albergara el magno acontecimiento comenzó la polémica ¿Quién es capaza de paralizar el fútbol mundial durante 50 días? 0 mejor ¿Cómo y con qué se puede paralizar? La respuesta creo que es obvia. Ya sabíamos de cómo las gastan por allí con los derechos humanos. Pero después supimos de jornadas de trabajo aberrantes, de muertes de centenares de trabajadores. Una nefasta carta de presentación. Pero llegó el día y sin infraestructuras para los aficionados, repartiendo banderas y camisetas a los del lugar para que simules ser forofos venidos de allende los mares, sin los consabidos anuncios de marcas vinculadas al mundial, porque hasta a estas les da vergüenza… ¿Alguien me puede explicar a dónde va el supuesto beneficio de un acontecimiento como este?
Ante las críticas salió a dar la cara Gianni Infantino, presidente de la FIFA, abogado italo-suizo vinculado a la gestión del mundo del fútbol. Y nos dio una lección o mejor, dijo que Europa tenía que pedir perdón por los últimos 300 años, que somos unos cínicos y esas cosas de la paja en el ojo ajeno. Después un ayudante suyo glosó la honrada imagen del presidente… No he escuchado que alguien la pusiera en duda, pero…
Pues bien más le valía haberse callado. Porque sí podemos dar lecciones. La primera que hemos asumido nuestra historia. Después que gracias a los errores, pifias, desastres y demás somos capaces hoy en día de tener sociedades en las que la igualdad y el respeto avanzan. Cuando quiera hablamos de colonialismo, guerras, holocaustos y lo que quiera y los resultados de todo aquello. Resultados que hoy nos hablan de respeto a las minorías, respeto a la diversidad, igualdad de género, derechos laborales… A no ser que a Infantino le entusiasme la vida Qatarí, por supuesto en su banda superior, y encuentre en ella valores desconocidos para el resto de la humanidad que parece tienen que callar.
Infantino es el que debería haber callado y no generado preguntas porque el mundial está aquí, allá cada cual con lo que habrá hecho, aunque no me extrañaría que tras él más de un directivo de FIFA decida cogerse un dorado retiro, su trabajo cansa mucho.
Y ahora la cuestión. Me encanta el fútbol pero no me apetece nada este mundial, sin embargo ¿seré capaz de no echar un vistazo de vez en cuando? La carne es débil, pero se intentará.