¿Quo vadis Cataluña?

Pere Aragonés parece ser que va a ser investido President de la Generalitat tras alcanzar un acuerdo «in extremis» con Junts, los de Puigdemont. Es un sistema parlamentario, nada que decir al hecho de que el segundo y el tercero apoyados por el quinto formen gobierno, los números les dan. Por que esto es importante, ningún partido independentista ha ganado jamás unas elecciones en Cataluña. CiU no lo era y cuando lo ha sido se acabó el dominio. Aragonés en esto ha sido impoluto, en la noche electoral ni mencionó que había quedado segundo y ya anunciaba su advenimiento como Honorable. El cinturón sanitario ¿a la extrema derecha? No ¡A la socialdemocracia! se estrechaba.

Pero lo que no pueden evitar y que se hable de ello es el ridículo espantoso que han exhibido sin pudor tratándole de dar un aire de distinción, de «savoir fer», de grandeza patriótica, acompañada de sibilina política vaticana intentando mostrarse artistas de algo en lo que han demostrado ser más bien el remedo de aquellos personajes de mi infancia, Pepe Goteras y Otilio, chapuzas a domicilio, surgidos de la imaginación del gran Francisco Ibáñez. Si el maestro Berlanga viviera que gran «Calçotada nacional» rodaría.

El futuro president, humillado día sí y día también, recordándole continuamente a quién se debe y quién manda en Cataluña. Un diputado y un puñado más de votos no son motivo suficiente para que los dueños de la masía la abandonen, la tierra que pisan es suya y si alguien no se acuerda ahí están reclamando las calles para siempre. Triste papel el de Aragonés que ha tenido que negociar con un individuo, hoy condenado por saltarse la legalidad, que tiene cómo mérito haberse subido a un coche de la Guardia Civil y haber dirigido una entidad privada, la ANC. Desmentido continuamente por la portavoz de Junts, Elsa Artadi, que va de institución en institución sin dejar nada tras de ella, y cuyo doctorado sigue bajo sospecha, eso sí, es de buena familia y eso en Cataluña es un grado, ahora será aupado al cargo que representa al estado en Cataluña por aquellos que le han ninguneado sin piedad y que, no creo equivocarme, lo desautorizarán en cuanto Waterloo descuelgue el teléfono. Como dijo Marta Ferrusola «nos han sacado de nuestra casa» y eso no puede ser.

¿Qué grupos pactan? ERC, un partido de izquierdas al que no se le conoce ni raigambre obrera, sindical, marxista, socialdemócrata y todos los elementos que le harían reconocible por llamarse así incluido el hecho de que no se le conoce ninguna política o medida de izquierdas, incluso alguien podrá decir que no se le conoce ninguna política. JxC, un partido conservador que mira hacia otro lado cuando se le recuerda su historia de corruptelas y saqueo diciendo que con el cambio de nombre todo queda blanqueado y que silba despreocupado cuando se habla del clan Pujol o de Artur Mas. La CUP, ese grupo antisistema que se empeña una y otra vez en negar con sus actos lo que dicen con la boca apuntalando el tradicional edificio político catalán y cambiando el mundo sobre las pistas de esquí o en fines de semana de casa pairal.

¿Cuál es la argamasa para el pacto y esa cerrazón en obviar sus, aparentes, naturalezas ideológicas distintas? Todos lo saben, la independencia. Esto me lleva a pensar que no estamos ante una coalición de gobierno sino ante un club de algo. Me explico. Las coaliciones suelen realizarse entre ideologías cercanas, cosa que varía de un país a otro, no es lo mismo la democracia cristiana alemana que se acerca a la socialdemocracia, que la derecha (a la que no califico de democracia cristiana) española que está muy cómoda con VOX. Pero hay un componente ideológico. En Cataluña no es necesario, debe ser el hecho diferencial. Basta con ser independentista para entrar en el grupo. Lo dicho, un club. Ejemplos, ser del Barça, ser de una sociedad gastronómica, buscadores de setas, seguidores de Picasso, amigos de la filatelia, del golf, de la hípica, del vino tinto y del helado, del queso manchego y las perrunillas, de la literatura japonesa del XVII o de la francesa del XIX. Terraplanistas, apologistas de la tierra hueca, visitadores de Montserrat en busca de OVNIS, terracistas, hamaqueros, adoradores de John Ford, de Buñuel o de Berlanga, de Almodóvar o de Isabel Coixet (perdón por esto último que ya sabemos como las gasta con ella el mundo indepe). Resumen: de izquierdas, de derechas o medio pensionista con un hobby en común. Pero aquí estamos hablando de política, de procurar el bienestar de la población, de no meterla en líos, de gobernar para todos. Pero ya sabemos que los clubes son selectos, y este no lo es menos. Enarbolando un fantasmagórico 52% de independentistas y un no menos metafísico mandato del 1 de octubre han decidido que la otra mitad es un grupo de indocumentados, ignorantes, colonos, «ñordos», castellano parlantes y franquistas de antiguo o nuevo cuño en general. Un catalán no lo es sino piensa como independentista. Recordemos como ejemplo a Josep Maria Argimon, parece ser futuro conseller de salut, que ha hecho méritos diciendo que vacunar a policías nacionales y guardia civiles restaría vacunas a los mayores. Brillante ¿no? Ya está bendecido, lo que pasa es que intelectualmente el razonamiento no se aguanta ya que lo mismo debe haber sucedido al vacunar a mossos, personal sanitario o docente (algún abuelito se ha quedado sin vacuna por mi culpa), pero da igual, comentario para la historia como lo que habría menos muertos en Cataluña con la independencia o lo del gen francés por no hablar de las perlas del ex president Torra sobre las bestias que hablan castellano.

Pero la fiesta sigue y la ANC, entidad privada que no hace más que inmiscuirse en política pasándose por el forro la voluntad ciudadana, sale a la palestra amenazando con retirar su apoyo si no hay pacto ¿cualquiera? No, Elisenda Paluzie, su actual cabeza visible, la misma que quiere depurar la enseñanza empezando por la universidad y acabando por no se sabe dónde, aunque lo puedo imaginar, ha dicho que no vale cualquier pacto, sólo el que ellos bendigan que para eso los representantes por las urnas no son nadie para decidir. Y todo ello aderezado por el futuro papel que el consell per la república tendrá en este sainete tragicómico… ¿O es que alguien piensa que aunque se haya dicho que dirige la Generalitat el de Waterloo se va a apartar? Ayer mismo, cerca de mi casa pusieron un tenderete independentista con mucho merchandising estelado y la posibilidad de hacerte miembro del consell o algo así, además de carteles diciendo que eran el 52% y cosas similares. Cada uno dedica el tiempo a lo que quiere, faltaría más. El caso es que muestra tu adhesión al régimen de Waterloo y ya lo tienes, ¿a qué me recuerda? … Es verdad, lo del «régimen» es cosa de españoles.

Como buenos hermanos, como Caín y Abel, vamos (cada uno ponga a quien quiera en los papeles) se han repartido las consejerías para regocijo de los altos cargos que por la Generalitat pululan y que pasan de una forma de pensar a otra como el que cambia de camisa no sea que mi forma de vivir levantada con tanto esfuerzo se venga abajo por ponerme en el lado equivocado de la historia (expresión esta que tiene mucho éxito entre los independentistas y que suena más bien a amenaza que a otra cosa, o conmigo o contra mí)

Han cambiado cromos y ahora, parece ser, economía lo llevará JxC, si es que los del dinero es intrínseco al ADN, e interior ERC, Sanidad para Junts al igual que el tema exterior, cada cual que saque sus conclusiones… Pero nada nos han dicho de los medios de comunicación, la joya de la corona. ¿Seguirá Sanchís? ¿La tieta del procès, Pilar Rahola conseguirá su show semanal? Por cierto que está muy callada últimamente con el tema israelí y Gaza, mira que soy mal pensado. Me vienen a la mente las preguntas de Cicerón que podría hacerse la corporación ¿Con quién compartiré mi vida? ¿De que viviré? ¿A que causa me entregaré? Anda que no hay respuestas en TV3 y Catalunya radio para ellas.. Ya estoy viendo la primera entrevista al President Aragonés sentado en su silla, no quiero pensar que el taimado Sanchis las ponga de diferente tamaño pero… En fin, allí el Honorable esperando el masaje, pero quién sabe… Todo depende de quién mande en esa casa y lo que diga el de Waterloo.

En resumen, tres meses después parece que hay investidura. Tras humillaciones, la cacicada de la presidenta del Parlament más preocupada en dar «me gusta» a los que la piropean «Laura guapa» en Twitter que en permitir que el ganador de las elecciones, Salvador Illa del Partit dels Socialistes de Catalunya, presente su candidatura. Tres meses de desprecios y afrentas continuas, de amenazar con gobernar en solitario en solemne y gloriosa declaración para tener que volver a envainarla, enésimo ridículo, según ellos gran maniobra política, para otros, la continuación de la charlotada.

¿Qué culpa habrán tenido las encuestas ante otra posible convocatoria? ¿O será el vulgar «qué hay de lo mío»? ¿Quo vadis Cataluña?

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