«Pruebe a ser educada, a ver qué es lo que pasa»

Ya son tres las entregas dedicadas a la deriva de la derecha hacia el fascismo. Demasiadas pero es que la cuestión va «in crescendo» y para hoy se anuncia gran traca con acto de VOX en una plaza de toros. Mientras escribía sobre el cartel del metro, un calco de los carteles de la Alemania nazi (https://wordpress.com/post/nitantitoasi.com/5094) la candidata de VOX reventó el debate de la SER, por ende, el resto de los programadas y, por elevación, todo lo que queda de campaña. La fiesta continuó por la tarde, pero si de algo sirvió lo de ayer fue para que la cosa quedara, no meridianamente, sino muy, muy clara porque las peores pesadillas han tomado cuerpo y el fascismo que veíamos de puertas a fuera resurgiendo por Europa ya está aquí, porque nunca se fue.

A la espera de lo que suceda en lo que queda de campaña unos detalles de lo escuchado ayer y que deberían hacer pensar a los que aún dudan sobre el fenómeno.

Rocío Monasterio, ese remedo de la monja alférez (recomiendo el artículo de Juan José Millas en El País «Pellizco de monja» https://elpais.com/espana/elecciones-madrid/2021-04-23/rocio-monasterio-pellizco-de-monja.html) nos dio varias claves. En primer lugar lo de incitar a un contrincante político para que se vaya, y no sólo del estudio sino de la política erigiéndose en voz del pueblo. No contenta con eso se dedicó a entorpecer cualquier turno de palabra y a meterse con la moderadora hasta que en un momento determinado dijo «esos de ahí». Sin nombrarlos, no tienen nombre, no son personas, como los que tiraron a las fosas sin lápida durante la guerra. No sólo es echarte de un lugar, es anularte como persona y lo primero es quitarte el nombre. Pero ya dije que la fiesta continuó después y en el mitin vespertino se llamó a Pablo Iglesias «rata chepuda». Ha comenzado la referencia física, ¿explicamos que vino después de eso? Cuanto odio en esa mezquina reunión donde la frase más larga que saben pronunciar (a los testimonios escuchados me remito) no va más allá de seis palabras balbuceantes sin más sostén que el fanatismo ciego.

Y también continuó con los del PP. Otro remedo, en este caso de los que aceptaron el fascismo como compañero de viaje allá por los 30 del pasado siglo, aunque no andan desencaminados teniendo en cuanta el origen de nuestra derecha que lo que tienen delante es un alumno aventajado. Al alcalde de Madrid le parece lo mismo una algarada, siempre reprobable, que unas balas con amenaza incluida. El de los tweet que es graciosillo y se le fue el dedo y luego lo borró. El líder que no se entera de lo que pasa. Pero falta el final, la candidata, Isabel Díaz Ayuso. Tomó el micro y condenó todo tipo de violencia, no nombró a VOX para nada y se dedicó después a descalificar a Pablo Iglesias señalándole como culpable de lo que le pasaba… Las cartas están sobre la mesa. Prensa europea llama ya abiertamente fascista al gobierno que puede salir en Madrid. Ayuso ha escogido pareja de baile a pesar los llamados de es otro remedo de «Caballero sin espada» que es el candidato de Ciudadanos que se pegó una soflama al final del programa sobre la unidad, el 78 y unos cuantos lugares comunes hasta que le hicieron ver que no estaba en la tribuna del Congreso ni tocaba el romanticismo.

Y también sirvió para ver la confrontación que la humanidad ha sufrido durante siglos, la barbarie frente a la razón representada por Ángel Gabilondo y también por Mónica García. Pero permítanme que me centre en el primero porque dijo la frase de la mañana ante los exabruptos de la de VOX en un momento en que esta le espetó a la candidata de Más Madrid que tenía cara de amargada. «Pruebe a ser educada, a ver qué es lo que pasa» dijo Gabilondo con ese tono de enfado que sólo los sabios saben dar. No hacía falta más, no tiene educación y no la conoce porque no es capaz de practicarla porque si la tuviera o hubiese tenido, no sería fascista… ni idiota, añado yo. Lo dicho razón o barbarie.

Ayer escribí que me daba miedo y no por mí que en un estado fascista me sabría condenado por ideología, por lo que escribo y por mi profesión, maestro. Me da miedo por los que me rodean, porque no piensen como ellos, porque tengan un color de piel diferente, porque les señalen físicamente, porque la fuerza bruta se imponga y los débiles lo sufran. Me da miedo por mis alumnos y alumnas, por sus familias, por lo que les espera como no nos tomemos en serio que esto ya no es un síntoma o una minoría, es una realidad que pone balas en las cartas, que te insulta, que te apabulla y que hasta te niega el nombre y que si hubieran estado en el 36…

Blanco y en botella: fascismo. Hoy de nuevo tiene sentido el viejo grito de Madrid «No pasarán».

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