Josep Goebbels, ministro de propaganda e ilustración pública del III Reich dejó dicho que «una mentira repetida mil veces se convierte en una realidad» y añadía «miente, miente, miente, que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá».
Después de la derrota estas máximas quedaron ahí para espanto fariseo de la humanidad ya que a pesar de no ser una creación nazi sí la llevaron aun grado de perfección para sus intereses difícil de igualar. Máximas que hoy, lejos de escandalizar, son utilizadas sin tregua como la de «la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas»…Impasible el ademán.
Miremos, por ejemplo, el cartel de la derecha donde se puede leer que una persona con una enfermedad hereditaria le costaba al Estado 5, 50 marcos diarios mientras que, con la misma cantidad se podía alimentar a una familia sana (y aria, esto es un añadido mío) ¿Cómo se garantizaba que semejante perversión calara? y, cuidado, que justificara lo injustificable de manera natural y cotidiana. Simplemente, control total de la sociedad y de medios e incapacidad de contrastar la información, además del uso dirigido del lenguaje (recomiendo leer al Klemperer y su «El lenguaje en el Tercer Reich»)
Vox ha plantado en Madrid el cartel de la izquierda sobre la abuelita y los «menas». El intento es el mismo y el uso del leguaje «protege Madrid» perverso. O lo que es lo mismo Goebbels podía haberlo diseñado tranquilamente ¿Cuál es la diferencia con los años 30? La posibilidad de contrastar la información y, permítanme que arrime el ascua a la sardina de historiador, porque tenemos experiencia documentada de aquel pasado. Sin embargo, un veneno no siempre es letal inmediatamente, sino que va haciendo su trabajo y puedo imaginar a unos cuantos que pensarán que «claro que sí» otros «¿de qué van?» y los que pasarán por delante sin darse cuenta o pensando que es una tontería sobre la que no vale la pena perder el tiempo.
Son otros tiempos pero el fenómeno es reconocible. El debate en televisión fue esclarecedor y, aunque parezca alarmista, una aviso al que no hay que menospreciar y ante el que hay que tener miedo, sí miedo. Pero no un miedo pasivo, si no un miedo activo que nos haga reaccionar. Por eso de los que vean el cartel los que más preocupan son los que callan y lo toman como anécdota como algo pasajero con consecuencias nulas para sus vidas. Recuerdo al historiador Erik Hobswamn explicando que camino de colegio con su hermana pequeña había visto en el kiosco los titulares de prensa de la victoria de Adolf Hitler en las elecciones. En ese momento nadie en Alemania, salvo los nazis podían predecir ni en la peor de sus pesadilla lo que suponía.
Volvamos al debate. En primer lugar escuchamos mentiras una tras otra por parte del bloque de la derecha encabezado por Díaz Ayuso y sus dos perros cancerberos que dieron los mismos datos falseados, algo que la prensa, no afín a ellos, puso de manifiesto con datos al día siguiente. Pero eso no es el tema. la cuestión es el hecho de mentir reiteradamente sin escrúpulos. Pero hubo más elementos inquietantes que nos retrotraen al pasado. En primer lugar que a un juez el cartel le parezca normal y lo deje donde está, cualquiera puede informarse sobre el papel de la judicatura en el ascenso del Reich. En segundo lugar que haya partidos como Ciudadanos, por mucho que clame el candidato, ahí están Andalucía y Murcia, o el mismo PP que asuman con tranquilidad el apoyo de VOX o que se mimeticen con él. Díaz Ayuso tiene más adeptos en la ultraderecha que la candidata de Abascal. Y lo hacen basándose en aquello que se decía en los años treinta del pasado siglo, «los tenemos controlados», aquello de que alguien ha de agitar el árbol. Y el hecho más inquietante, las encuestas detectan votantes de izquierda que coinciden con el votante de ultraderecha en sus preferencias por la presidenta en funciones. «Al fin y al cabo son socialistas como nosotros» dijo un diputado del SPD días antes del incendio del Reichstag y la instauración de la dictadura hitleriana («Historia de un alemán de Sebastian Haffner, otra recomendación) Obviamente no es socialista, pero ese «nacionalismo chulesco y castizo»… Y, por último un detalle que creo que pasó desapercibido en el debate, cuando Rocío Monasterio, parece ser que arquitecta, dijo a la candidata de Mas Madrid, doctora en medicina en el 12 de octubre, que le había tenido que explicar que era el covid. La manipulación total, el control de la sociedad, ellos dicen lo que es y lo que no es y saben de todo… Y si no saben, no pasa nada porque se trata del pensamiento único…
Lo que está pasando es muy grave porque la democracia, a pesar de lo que pueda parecer no es tan fuerte, su estabilidad pende siempre de un hilo. Vox ya no es un síntoma, es una realidad (escuchen lo sucedido en el debate de la SER) un agujero negro al que atrae a un derecha que ganó una guerra y no se forjó en la política, ni en el estudio, ni siquiera en el debate parlamentario. Cuarenta años de dominio absoluto dan para mucho. la tierra que piso es mía. Un veneno lento cuyas consecuencias se ven tiempo después y cuando se ve el resultado todo son gritos y lloros.
Me imagino a Goebbels en su jardín tomando café mientras sus alumnas aventajadas candidatas a presidir la comunidad de Madrid escuchan embelesadas: «Es buena la propaganda que conduce al éxito», «Individualizar al adversario en un único enemigo» y, la mejor de todas. «Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan y carga sobre el enemigo los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con el ataque»
Lo siento. Tengo miedo.