¿Qué estamos enseñando?

He escogido deliberadamente esta foto de una clase vacía por lo que sugiere. Y no se trata de hacer poesía invocando las vacaciones sino de una metáfora porque vistos los últimos acontecimientos me pregunto qué estamos enseñando.

He dedicado dos artículos al tema de la violencia con un denominador común, la juventud. Hoy tras lo escuchado esta semana y visto los sucesos de ayer 27 de febrero por la noche tengo la necesidad de añadir un tercero. El primero era una defensa de los jóvenes que yo conozco, los de las clases trabajadoras y contra su estigmatización. El segundo, el uso torticero de algunos jóvenes para fines nada claros. Este tercero va de un elemento que me preocupa especialmente y que si esta plataforma fuera de alguien con gran difusión daría que hablar, porque voy a tocar un tema que un mal entendido corporativismo pondría en marcha todos los argumentos empezando por el de la duda sobre el sistema educativo y sus profesionales. Pues sí, dudo, y de mí el primero porque no sólo se trata de lo que uno dice sino también de lo que uno no dice.

Comenzaré con lo escuchado esta semana y que en nada tuerce mi opinión sobre los jóvenes a los que he dado clase durante años. Sin embargo, he visto y oído a unos cuantos en la televisión, aunque sea una tan poco fiable como TV3, videos en Twitter y otras plataformas donde se pregunta a jóvenes sin capucha y encapuchados. Respuestas algunas para la antología del disparate pero había un denominador común o bien la justificación de la violencia por una «rabia», ojo al término que parece que es la consigna de alguien, y si no se justificaba directamente aparecía «pero», esa conjunción adversativa que devalúa el sentido de la primera frase. Al margen de lo sesgado de las respuestas por parte de los medios me preocupa y mucho que gente con 16, 17 y más, que se supone con estudios o inmersos en ellos, pueda ver con benevolencia imágenes que ensalzan lo peor del ser humano y que se están produciendo en las calles de Barcelona y otras ciudades últimamente, o que participen directamente en ellas, al margen de los profesionales del caos que seguro hay.

La escuela es el nexo entre ellos, incluyo en el término todo ámbito de formación pero especialmente la secundaria y la secundaria postobligatoria. Y aquí mi pregunta ¿Qué estamos enseñando? Cuando un profesor ve a su alumno en televisión justificando las acciones violentas ¿Qué hace? ¿O depende de contra qué se actúe y por qué? Una defensora de Hasel por cantar no sabía como justificar que unos nazis estuvieran en la cárcel por el mismo motivo sí lo merecían hasta el punto de perder hasta el don de la palabra. Desde luego está claro que no hay ninguna materia, salvo colateralmente, que explique sociedad, política, democracia más allá de lemas colgados en el tiempo. La formación de nuestros alumnos y alumnas es nula y cuando llega la mayoría de edad, como una bombilla interna, se ha de encender por ciencia infusa el sentido político tomando decisiones trascendentales como es la de emitir el voto. Un solo año de Historia de España en serio, al igual que una de Historia de la Filosofía que ya se quiso laminar, las dos en las cuales se puede hablar del asunto. La primera como discurso cronológico de una asignatura que considerada puramente memorística y poco útil que, sin embargo, convenientemente explicada por su naturaleza de acontecimiento pasado inamovible, justifica la acción presente y futura, si a ello añadimos su fácil manipulación nos encontramos a chavales que utilizan sin ahorro los términos «fascista» y «franquista» escuchados y, probablemente, comparados por un mayor. Clases de bachillerato por la calle enarbolando carteles con la cara de Franco tras la sentencia del «procés» u otras donde directamente recibían indicaciones por parte de un adulto para gritar «prensa española manipuladora». Libros de texto en los que a los acontecimientos probados aparecen párrafos que en nada tiene que ver con la ciencia histórica indicando la presencia de un extraño espíritu, positivo por supuesto, en un determinado grupo para diferenciarse del otros. ¿Y la Filosofía? Ese lugar metafísico en la que la política es cosa del pasado y de algunos tipos obligatorios en selectividad, un tema más junto a la ética, el conocimiento, y todas esas cosas que no mueven nada y que se ve matizada por ese «pero» que justifica que un contenedor ardiendo es más efectivo que cualquier pensamiento o diálogo, «si no nos escuchan con violencia como nos van a escuchar sin ella» decía estos días una joven «influencer» de 22 años que decía llevar diez años indignada y con rabia contenida, es decir, desde los 12.

Lo digo claramente, no puedo poner la mano en el fuego por todos. Y tampoco estoy con esas teorías conspiratorias (Lo tengo escrito en este blog) de un complot general de la escuela catalana para laminar la historia o la lengua. Pero sí creo que hay quién piensa que está llamado a tareas mayores y que todo vale. Y esto es posible por dos razones. La primera es la falta de una formación política en la escuela. Una sólida formación en educación ciudadana evitaría el uso de otras materias fuera de su cometido. Adoctrinamiento dirán algunos y yo respondo, por supuesto. ¿Adoctrinamiento partidista? Eso es lo que mucho querrían pero no significa. Adoctrinamiento en la libertad, la democracia y los valores que son consustanciales a ellas. Una apuesta militante por la convivencia. Pues claro que hay que adoctrinar en ello para que haya una ciudadanía sólida y crítica que, de entrada, rechace la violencia sin «peros» y que tenga en el diálogo, el respeto a las decisiones colectivas y las instituciones, sin que signifique minimizar la crítica cuando es constructiva, la base de sus decisiones personales, libres y autónomas con un objetivo, el bienestar de la sociedad de la que uno forma parte y ha de beneficiarse. Una formación que no evitaría pero sí paliaría la influencia de manipuladores, vendedores de elixires milagrosos y futuros viajes a Ítaca. Siempre se ha tenido la educación como uno de los pilares de una sociedad sana que respeta su pasado sin manipulaciones, que actúa en el presente y que proyecta a futuro. Sin embargo, en España, cualquier intento de algo semejante ha sido atacado sin piedad por nacionalismos, derecha nacional e Iglesia, acusando de pretender un pensamiento único cuando es todo lo contrario y que ellos tratan de fomentar, a su manera de entender la política me remito. Y también por parte de la izquierda. Una amigo mío, Ramón , también profesor, en este caso de Filosofía, me dice que es el perverso y nefasto efecto que tuvo el FEN (Formación del espíritu nacional) del franquismo, después llamada Educación Cívico Social, con los mismo contenidos y que acompleja cualquier intento de diseñar una asignatura que defienda, proteja y preserve los valores democráticos.

Y hay un segundo elemento que nos atañe a todos directamente y que otro amigo, Pedro, en este caso profesor en la universidad, señala en nuestras conversaciones, la manipulación del lenguaje. la prostitución de términos como «democracia» o «libertad de expresión». El uso del lenguaje teorizado desde los tiempos del nazismo, la apropiación de las palabras y los términos y que muchas veces utilizamos cayendo en ese uso perverso sin darnos cuenta. Las palabras no están huecas ni se pueden utilizar indiscriminadamente y, mucho menos, cambiar su sentido a pesar de que de manera a los Goebbels se repitan continuamente en los medios. Mucho se habla de la llegada de extremismos, del peligro del fascismo, del de los populismos y otras insensateces y, sin embargo, nada se hace por evitarlos. Y en la escuela hay una gran oportunidad.

Y vuelvo al principio. Creo que la mayoría no justifica ni ejerce la violencia pero se está jugando con fuego haciendo dejación desde la política y dejando la formación en la ciudadanía a un autoaprendizaje de débil conformación sujeto a influencias exteriores por razones que son claramente interesadas. Se está dando cancha en tertulias y entrevistas a los que buscan las causas en las raíces que a ellos se les antojan y que no tienen otro objetivo más que justificar la violencia, los comentarios en las redes son aterradores, el idiota campa por doquier con altavoces mil… ¿Y la familia? Tiene su papel y afortunadamente palía muchas veces esa falta de formación y que debía complementarse o incluso, por qué no, corregir la escuela.

Y por eso la clase vacía de la foto ¿Estamos dando muchísima formación sin profundizar? ¿Hemos caído en que sólo vale la pena enseñar aquello que es crematísticamente útil? El bachillerato se jacta de dar formación consolidada, el saber seguro en todas las materias ¿Por qué no una formación en valores al margen de la transversalidad del resto de materias que se reduce a la buena voluntad del maestro o la maestra? La educación puede y debe acabar con esos «pero». Por eso la necesidad absoluta de la escuela en la que como dijo Kant, uno de los que sabe y vale la pena escuchar «¿Pensaríamos mucho y pensaríamos bien si no pensáramos, por así decirlo, en común con otros?»


2 comentarios en “¿Qué estamos enseñando?

  1. Lo suscribo de pe a pa, y añadiría la dimisión de la política de su papel educador, legitimadora de actitudes, referente de los intereses comunes y de la civilidad.

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