«En el momento en el que era más necesario, tenemos las dos mayores universidades catalanas, la Universitat de Barcelona y la Universitat Autònoma de Barcelona, en manos de rectorados unionistas. Esta es una lección de lo que no tenemos que permitir»
Esto lo ha dicho textualmente la señora Elisenda Paluzie, presidenta de la ANC y, además profesora titular de economía en la UB desde 2001, directora del Centro de Análisis Económico y de las Políticas Sociales (CAEPS) de la UB y, además decana de la Facultad de Economía de la misma universidad durante 8 años.
Si leemos los dos párrafos ya tenemos para reflexionar que una persona cuya formación intelectual y profesional es innegable pueda soltar semejante barbaridad. En primer lugar porque parece ser que ahora pretende que se ponga en cuestión la propia institución en la que trabaja y el segundo porque el criterio para protestar, está en su derecho, contra los rectorados de las dos universidades más importantes de Cataluña es político.
No sé si es que los micrófonos , el público, el cargo, hace decir cosas que, simplemente, pensadas antes de convertirse en palabras no se dirían salvo que sea conscientemente y con intención lo cual es mucho más grave.
Vayamos por partes.
La universidad es una espacio de libertad y conocimiento, precisamente porque el saber engendra ética, es decir, espacios de esa libertad y de justicia. Viene a mi memoria el grito de Unamuno frente a Millán Astray en la película de Amenábar «¡Este es el templo de la inteligencia!». Los rectores hasta donde yo sé se eligen democráticamente y su función principal, creo, es hacer una buena gestión para garantizar la excelencia de la formación y el libre pensamiento. Pero parece ser que para la señora Paluzie, empleada de la casa, esto sólo se consigue si el equipo rector es independentista, y si no es así, da igual, ha de ser independentista. «Lo que no tenemos que permitir» dice la ex decana…
La universidad está al servicio del conocimiento no de la ideología de los rectores porque parece que la señora Paluzie, si no rectifica, quiere que sea de esa manera y, además la ideología dominante, por supuesto, en el mundo independentista. Parece ser que la libertad de cátedra por la que muchos lucharon y ella supongo, ejerce, tiene para ese mundo una nueva definición.
Ahora una pequeña lista de «Lo que no podemos permitir» desde hace unos años…: la destrucción de la biblioteca de Alejandría, Sócrates, Galileo, Margarita Porete, Moro, las beguinas, Servet, Descartes, Spinoza, las quemas de libros, las purgas en los rectorados universitarios de los desafectos al régimen durante los siglos XIX y XX (hay muchos ejemplos en la mayoría de países, la cultura siempre ha sido objetivo predilecto del pensamiento único) y ya más cercano en el espacio y en el tiempo las purgas de maestros y maestras durante la guerra civil y la sustitución de toda la cúpula universitaria del país por afectos al régimen.
Brecht escribió una vez aquello de que iban a buscar a los vecinos y no hacía nada porque nada tenía que ver y cuando fueron a por él ya era tarde. Así que como profesional del ramo voy a ver si puedo hacer algo, aunque sea en este modesto bloc.
Si el comentario de la señora Paluzie ha sido inconsciente, no deja de ser grave, pero, una disculpa a tiempo se debe aceptar… Sin embargo, si ha sido consciente y premeditado ya le anuncio a ella que es lo siguiente que dirá porque ha entrado en una senda que difícilmente tiene retorno ya que considera que el único criterio válido para ejercer algo es político y, evidentemente en una sola dirección. Si se empieza por los rectores, se sigue por los decanos, los catedráticos, los profesores, los directores de instituto y finalmente «no podemos permitir que los maestros y maestras de los colegios de nuestros hijos…» Y si no es ella, ha preparado la pista para que alguien aterrice.
Para finalizar un argumento de autoridad, no es de ninguno de los grandes maestros de la historiografía, pero sí de un maestro grande. Un fragmento de un texto escolar del año 1933. Se trata de “Mi primer libro de Historia” de Daniel González Linacero , maestro de Historia de la Escuela Normal de Palencia que murió en 1936 “a causa del Movimiento Nacional existente” (Un «no podemos permitir»)
Finaliza el libro con una última lección que transcribo y que la primera vez que la leí me hizo sentir eso que llamo por mi profesión, el orgullo de ser historiador.
“Actualmente nadie vive para sí. Todos vivimos para los demás. Cada cual desempeña una profesión que utilizan los otros; a su vez los otros trabajan en distintos oficios, cuyos productos necesitamos todos. No podríamos vivir sin albañiles, sastres, mineros, agricultores, médicos, ingenieros, maestros, etc. La vida se asienta sobre esta cooperación y ayuda que nos prestamos mutuamente. Y las ciudades son grandes núcleos de trabajadores de todas clases.
En las Casas del Pueblo estos trabajadores aprenden a practicar las dos grandes virtudes sobre las que se asienta la vida: cooperación y solidaridad”
Por favor, y más de la gente que se considera formada, reflexión, las palabras hacen daño y puede ser irreparable.