La mascarilla, imbécil

(…)Casi todos tendían a un único fin: apartarse y huir de los enfermos y de sus cosas; obrando de esta manera creían mantener la vida. Algunos pensaban que vivir moderadamente y guardarse de todo lo superfluo ayudaba a resistir tan grave calamidad, y así, reuniéndose en grupos, vivían alejados de los demás, recogiéndose en sus casas, recluyéndose en los sitios donde no había ningún enfermo, y disfrutando de la música y otros sensatos placeres que tenían a la mano. Otros, de parecer contrario, pensaban que gozar, beber mucho y vivir solazándose, satisfaciendo todos los apetitos que tenían a su alcance, riendo y mofándose, era la medicina precisa contra el mal. Y lo que pensaban, poníanlo en práctica según sus medios; se pasaban el día y la noche de taberna en taberna, bebiendo sin parar y excediéndose en todo lo que les agradaba. A esto podían entregarse con ligereza, ya que todos (como si no fueran a seguir viviendo) habían dejado sus negocios en el abandono, y la mayoría de las casas eran del dominio común, utilizándolas los extraños como si fueran los propios dueños. Y con esta extraña conducta, siempre se apartaban de los enfermos (…)

Estas palabras fueron publicadas en 1352, se trata de un fragmento del Decamerón de Boccaccio, una de las grandes obras de la literatura universal y que hoy podría servir para describir la situación que estamos viviendo. Unos optan por respetar las recomendaciones, cosa que no te da la invulnerabilidad precisamente porque saben que no lo son pero que puede evitar un posible contagio. Otros, que se consideran invulnerables, han decidido optar por eso de gozar.

Leo hoy lo que está sucediendo en muchos lugares de Barcelona. Ayer mismo, en mi barrio, asistí a una imagen muy similar, sentados en una terraza de bar que cumple escrupulosamente con distancias e higiene teníamos a unos 30 metros un grupo de jóvenes, unos 40, haciendo botellón, la mayoría sin mascarillas y gritando entre gritos y abrazos cuando alguien se unía al grupo. Lo pusimos en conocimiento de la policía que apareció con toda la parafernalia, cosa que puso en alerta al grupo que rápidamente se dividió en grupúsculos con estricto cumplimento de la mascarilla. Los agentes ni bajaron del coche y tras dos minutos se fueron reanudándose la macro reunión entre risas y besos. No conozco los métodos disuasorios de la policía pero no sé si se trata de esto. Para una noche de verano cualquiera puede valer, no sé, pero con una pandemia declarada creo que hay que poner medidas sanitarias pero también de seguridad pública porque nunca han estado tan unidas.

Es cierto que el gobierno de Cataluña adalid de la desobediencia, incluso durante el estado de alarma no está para dar muchas órdenes de obediencia debida pero dicho esto leo comentarios del tipo que si te prohíben algo la gente lo desafía como cuando te lo dice tu madre, y esto lo dice uno de 31 años. Creo que si anda con estos comentarios y actitudes es que algún problema tiene. Otro dice que si te cierran el local te vas a casa de un particular a beber, drogarse y pasarlo bien… Que diga a que local va para divertirse de esa manera, igual las autoridades deberían actuar y este hacérselo mirar. En fin un rosario de yo,yo,yo,yo,y yo… Pero mi favorito es el que cuanto más se pretende limitar la libertad más ganas hay de disfrutarla… No sé si cuando este imbécil dijo eso sonó algún coro celestial de fondo. A ver si nos vamos enterando, su libertad termina cuando empieza la mía y a la viceversa. Si tu actitud como hasta ahora es cosa tuya y te perjudicas o beneficias tú es tu problema o gozo. Pero cuando tu actitud puede perjudicar al resto no sólo con un resfriadillo sino con un problema grave de salud, es decir truncando un proyecto de vida, porque la salud es lo más importante que tenemos. Pero además esa imbecilidad estropea vidas no por el contagio sino porque te quedas sin futuro porque pierdes el trabajo. Pero el imbécil tiene derecho a divertirse. Le diría que leyese un libro o escuchases música o viese una película pero con su respuesta dudo mucho que entienda lo que lee, escucha o ve. Ya lo dijo Stuart Mill «prefiero Sócrates insatisfecho que puerco satisfecho»

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