Se ha ido José María Mendiluce, a algunos no les dirá nada, otros dirán que era un político y como tantos, persona a olvidar. He recibido la noticia con estupor pues no sabía de su enfermedad al tiempo que unos cuantos recuerdos han venido a mi memoria ya que ciertamente hace tiempo que no sabía de él. Vi y escuché a Mendiluce dos veces, (de la primera ya hablaré pues es más mía) una de ellas en la presentación de su segundo libro «Con rabia y esperanza» la continuación de «El amor armado» a la que me referiré más adelante. Y aunque le había visto en televisión y escuchado por la radio, tuve en directo, y sigo teniendo, la sensación de escuchar a una persona que hablaba con el corazón sin perder ni un ápice de sentido de la realidad, alguien que merecía ser escuchado.
Mendiluce fue para mí la persona que podía haber protagonizado «El año que vivimos peligrosamente» o «Amar peligrosamente» porque siempre vivió al borde del peligro y eso tiene un nombre, héroe. Luchador antifranquista, representante de Acnur anduvo por Angola, Nicaragua, Bosnia y nos habló de horror y genocidios, de la impotencia que sentía pero también de la capacidad de resistencia de los seres humanos, de que la esperanza siempre está ahí.
Confieso mi debilidad ante su defensa cerrada de la revolución nicaragüense, la que fue para muchos nuestra revolución, vilipendiada y acosada por USA, su narración de la visita de Juan Pablo II que se llegó hasta el pequeño país para minar esa esperanza del que se suponía mensajero y de la vida diaria de aquellas gentes empujando la nueva ilusión.
Recuerdo sus comentarios que en nada eran tacticismo sino que eran palabra de un hombre que había visto la miseria humana y tampoco eran cantos de sirena del utópico optimista que esta siempre a punto de descubrir la solución y jamás llega al horizonte.
En el año 1997 salió a la venta «El amor armado», un pequeño libro sobre sus experiencias en el Acnur, y el cual tengo dedicado desde el Sant Jordi de aquel año. Una dedicatoria que aún me emociona porque al explicarle durante unos segundos que estaba colaborando con una ONG me cogió el libro, lo volvió a abrir y añadió «Y con un abrazo».
Terminaré con dos fragmentos de ese libro que quisiera que todo el mundo pudiera conocer :
«…Quisiera que las páginas que siguen, que ojalá leas, te sirvan para cuestionarte algunas cosas. Que te den ganas de romper con tus rutinas, te hagan descubrir que la vida no siempre debe discurrir por autopistas señalizadas. Que hay caminos de montaña y pistas de desierto, trochas en la selva y rutas navegables que vale la pena explorar. Porque allí encuentras otras verdades y nuevas dudas, amigos y enemigos que nunca conocerías siguiendo las autopistas señalizadas y reglamentadas por las que se empeñan en hacernos transitar, obedientes y ciegos para lo que no sea el asfalto, numerosos gobernantes y falsos profetas…».
«…Voy a tratar de pasearte, como un aperitivo fuerte, por algunos lugares y emociones que me hicieron sentir que se puede ser feliz sin ser egoísta. Que la dignidad sólo se gana,a veces, sufriendo. Que hay soledades que sólo se curan solas.
Que el amor, armado, puede ser más fuerte que las armas del odio.
Te lo prometo.»
Hasta siempre compañero.
Como siempre que escribes eres GRANDE!!! Pero ahora creo ¿? que ha hablado tu corazón….quizás me equivoque. Pero recuerda…YO llevo con orgulo ser de la CASTA GUERRA. Es la única casta que me importa!!!!
Fuera lagrimas…. o no. ¿?
Besos, Mª Esther.