Termidor

1acc6fa7cfcf64713908d98fcfced8a9_1M Pasados los avatares políticos del mes de mayo retomo al blog. Han sido días que a un observador, en este caso historiador, le han de resultar apasionantes. Irrupción de nuevas fuerzas, partidos que se dividen o se autodisuelven, toda una batería de hechos que hace unos años no dejaban de sonar a ciencia ficción. Pero han sucedido cosas y con la perspectiva de unos días sabiendo que cada minuto que pasa genera una noticia voy a tratar de dar mi visión personal de lo que sucede y como pienso que los historiadores han de proyectar a futuro, intentaré llegar a conclusiones, que no profecías, de cuales son las variables que la actual situación tiene. Confieso que tengo un sentimiento polivalente, delante de lo sucedido. Por un lado me alegro de que se haya desbancado a la derecha de ayuntamientos como Barcelona y Madrid, sin embargo aún no he escuchado decir a nadie de estas fuerzas emergentes en que lado del espectro político están, y también la desazón de como el socialismo ha quedado relegada a la quinta fuerza en una ciudad como Barcelona donde lo fue todo. Y aquí comienza mi argumentación basada en la experiencia histórica (repito por enésima vez que la historia no se repite). Y comenzaré con un clásico, Antonio Gramsci en 1931 escribió un artículo titulado «Espontaneidad y dirección consciente» (https://www.marxists.org/espanol/gramsci/gra1931.htm) Una de las tesis es la siguiente y la pondré literal:»Ocurre casi siempre que un movimiento, espontáneo de las clases subalternas coincide con un movimiento reaccionario de la derecha de la clase dominante, y ambos por motivos concomitantes: por ejemplo, una crisis económica determina descontentos en las clases subalternas y movimientos espontáneos de masas, por una parte, y, por otra, determina complots de los grupos reaccionarios, que se aprovechan de la debilitación objetiva del gobierno; para intentar golpes de estado. Entre las causas eficientes de estos golpes de estado hay que incluir la renuncia de los grupos responsables a dar una dirección consciente a los movimientos espontáneos para convertirlos así en un factor político positivo» Digamos que tras el 15 M y la renuncia del socialismo a dar dirección a la corriente de indignación la derecha gana por mayoría absoluta las elecciones de 2011, no sólo paliando los efectos de la crisis sobre las clases populares sino acrecentándolas y generando más contestación. Pero sigamos con Gramsci: «Los movimientos espontáneos de los estratos populares más vastos posibilitan la llegada al poder de la clase subalterna más adelantada por la debilitación objetiva del Estado. Este es un ejemplo progresivo, pero en el mundo moderno son más frecuentes los ejemplos regresivos» La crisis del sistema de partidos es evidente (autodisolución de IU, ruptura de CiU, movimientos internos en el PP, salida diputados del PSC) que da lugar a la desconfianza en él y la aparición de nuevos elementos cuya principal virtud es «ser nuevos» y practicar «nueva política» por derecha («Ciudadanos») y, aparentemente, por izquierda («Podemos, «Ahora Madrid» «BCN Comú»…). Lo primero que llama la atención es la falta de concreción ideológica (nadie se define) con lo cual y ahondando en el reduccionismo nos lleva a que su fundamento es la experiencia cotidiana alumbrada por el sentido común. o lo que es lo mismo, la visión tradicional y popular del mundo y, por lo tanto, también en palabras de Gramsci, «primitiva y elemental». Sin embargo, no hay que despreciar ese componente espontáneo por su fortaleza pero también por su ambivalencia positiva y negativa, la primera en cuanto a lo que tiene de energía por cambiar y la segunda en cuanto al peligro de que lo que podría ser una revitalización de la política sea nada más una forma de populismo en el sentido clásico de la palabra que lleve al definitivo entierro de la Política, con mayúsculas. La evolución que están siguiendo estos movimientos parece clara cada día que pasa y que no se pueden sustraer a lo que llaman viejo, en primer lugar su espontaneidad viene matizada por una dirección que, obviamente toma decisiones, o lo que es lo mismo, aplica la disciplina que toda organización política tiene. Por lo tanto parece que no es tan fácil sustraerse a la crítica a las organizaciones tradicionales. Su propia negación de la política ahora matizada por «nueva política» no deja de ser curiosa ya que al negar se afirma ¿qué hacen entonces desde las instituciones de ámbito político que habéis ganado electoralmente? Se habla de la antigüedad de la política y se mira hacia adelante estigmatizando todo lo anterior ¿Se puede hablar con esos movimientos de antifascismo, lucha obrera, feminista,..? Todo es muy antiguo. La contradicción flagrante. Y si el socialismo es antiguo también lo deben ser conceptos como libertad, igualdad, justicia social… Pero evidentemente aunque sin nombrarlo parece que estos movimientos se mueven en ese ámbito, de manera peculiar, eso sí, pero deben estar ahí. Por lo tanto, negar la mayor les convierte al menos temporalmente en ambiguo o tendrán que aprender que la palabra no se la lleva el viento y más en estos tiempos, y parafraseando a Humerto Eco, los idiotas han invadido las redes sentando cátedra. Por lo tanto, ideales, antiguos, deben de tener. Y llega la praxis. Anuncio de antemano que ojalá sean de izquierdas y salga bien pero me remitiré de nuevo a la Historia y al título del artículo que por algo estará. Los ciclos revolucionarios tiene algunas constantes que evidentemente no son fruto de la fatalidad y, por lo tanto, pueden variar pero si aplicamos un esquema clásico puede suceder lo siguiente. A una protesta social responden algunos grupos políticos que interpretan la realidad de una manera y tratan de redirigir el conflicto. A este periodo llamémosle de reforma sigue el de la radicalización que se lleva por delante todo en nombre de unos intereses que algunos consideran de todo el pueblo y que termina en una reacción conservadora que finaliza el proceso. El esquema francés, al inicio reformista siguió la radicalización, les sans-coulotte y a esa la reacción termidoriana que llevó de nuevo al conservadurismo y acabó con un imperio. Puede que en este momento nos encontremos delante de esa radicalización, y no lo digo en el sentido que lo utiliza la derecha, y sus consecuencias, no sólo para los sectores conservadores sino para los propios sectores populares que los han aupado y que históricamente se desencanta con rapidez en cuanto ven que los resultados no se visualizan de manera inmediata (ejemplos podríamos poner) Los síntomas son preocupantes programas inaplicables que resultan ser sugerencias (Carmena dixit) o la redundancia diaria en imágenes (viaje en metro) y temas que son zona de confort (desahucios) (Colau dixit). Todo ello con intentos de poner en marcha un nuevo sistema que sólo se ha teorizado y que ante la gestión diaria se muestra inoperante. Incluso la apelación a la voluntad popular no deja de ser fantasmagórica. Los votos se cuentan en las urnas, todo lo demás está por descubrir, ¿quienes son esos que contestan a la interpelación? ¿Verdaderamente una inmensa mayoría está dispuesta a dedicar parte de su tiempo a participar en política o espera que alguien se arremangue y resuelva los problemas? Todo puede cambiar, podemos estar ante un cambio de ciclo, pero también podemos estar ante un nuevo fracaso motivado por querer reinventar el mundo aplicando un esquema sin tener presente la realidad exterior y vuelvo al artículo e Gramsci «traducir a lenguaje teórico los elementos de la vida histórica, y no al revés, exigir que la realidad se presente según el esquema abstracto. Esto no ocurrirá nunca y, por tanto, esa concepción no es sino una expresión de pasividad» A la plaza llena de gente entusiasmada saludando a los nuevos líderes (que nadie se espante, es así) puede suceder que nadie votó nunca a esa gente y que lo mejor son las orillas tranquilas del conservadurismo sin aventuras. El que sea así o no está en manos, principalmente del que tiene la responsabilidad que tendrá que usar la política y no sólo contando con el sector que le rodea y que no es el todo, el 24 una gran mayoría votó otras opciones de esas llamadas tradicionales. Pero también es necesario que , en este caso el socialismo, intente, por obligación, que la izquierda gobierne, no la presumiblemente populista, sino que habrá de introducir elementos de dirección consciente, homogeneizar el movimiento y que se arrinconen todos aquellos elementos que pueden hacer fracasar el cambio. Siempre podremos decir que no son los nuestros y que mejor que se estrellen, el cuanto peor mejor, pero sería una lectura periclitada. Nuestra obligación es educar, en el sentido ilustrado de la palabra para que lo que tienen de social y popular, que no populista se mantenga, es decir la misma bandera que hemos llevado y llevamos durante 150 años. Nos podrán llamar rancios pero lo suyo, como cualquier iniciativa basada en la exclusiva buena voluntad, tiene los días contados en aplicación del esquema clásico. Lo nuestro es la teoría razonada desde la visión del mundo y crear las condiciones para cambiarlo… Si miramos para otro lado, Termidor, porque en este simil francés nuestro papel sería el de girondinos (revolucionarios progresistas y federalistas) liquidados por un lado y por el otro. Así que en nuestra mano está reconducir la situación y no dejarnos eliminar, si no, lo dicho Termidor durante mucho tiempo.

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