Me había prometido escribir algo antes de fin de año que no fuera política pero está visto que soy poco creíble. Quería, lo aseguro y lo haré porque será mentalmente higiénico, escribir sobre mis libros favoritos, mis películas, en fin mis pequeños mitos personales con la esperanza de poder intercambiar experiencias. Pero hoy, día de la lotería ha sido también el día después del mitin de «Podemos» en Barcelona y visto los mensajes y las reacciones de algunos quisiera decir algo. Y lo haré con el total convencimiento de que lo que voy a escribir puede estar equivocado y afirmo ojalá lo esté y no sea más que el fruto del alarmismo. Ya sé que muchos me tildarán de retrogrado, casta y todas esas lindezas que hoy se suelen decir pero me veo en la obligación como historiador de advertir aún cuando, repito, puedo estar equivocado.
Recomiendo la lectura de un libro «Historia de un alemán» de Sebastián Haffner sobre el ascenso del nazismo (calma las fieras, no estoy acusando a nadie) Allí un pasaje me resultó revelador, dos diputados socialdemócratas ante la presión del partido nazi se declaran tan nacionalistas y socialistas como ellos. Hoy me dicen que acudieron compañeros del PSC al mitin y alguno me dice que vio ilusión y el mismo fervor ante el líder que cuando Felipe González y se preguntan si ha llegado la hora de unirse al carro.
Por si acaso diré antes de comentar lo expuesto que nadie me gana a proponer la regeneración de una organización que lleva 130 años de existencia y que como todo organismo ha de evolucionar, metamorfosearse, o lo que es lo mismo, transformarse manteniendo lo esencial, lo que lo identifica como lo que es: socialista.
Dicho esto en primer lugar decir que la diferencia entre el Felipe del 82 y el Pablo del 14 es muy clara, el uno tenía un partido detrás, una ideología, algo que acabado su periplo político permanecería. Pablo Iglesias es el partido, es su voluntad no su ideología que parece cambiar en función del auditorio. Juega con los sentimientos, como en cualquier mitin de los que llama casta. «La casta española os ha insultado», esta frase es digna de análisis, el juego del odio y la venganza. No hace mucho puse a mis alumnos de bachillerato un discurso de los años 30, donde se hablaba de traición de los políticos y se hablaba de venganza. Ni un sólo mensaje positivo, ni una sola propuesta. sólo la ambigüedad del que se sabe que con su sola presencia es suficiente para enardecer a una parte de la sociedad desesperada que se agarra a la dirección y guía de una persona al que se le perdonan todas las acciones, todos los renuncios, todas las amenazas (a periodistas que no son de su cuerda) No sé de qué peco pero me da miedo, el miedo histórico de la comparación, el miedo del que acusa de casta por entre otras cosas tener medios de comunicación a su servicio ( no es el caso del PSOE) pero tiene a su disposición a la sexta y a cuatro amén de prensa como El Periódico, todos del grupo Planeta, conocida corporación de izquierdas. Y me da miedo que la gente se crea que con microcréditos se alquila el Valle Hebrón, las pantallas, el escenario,.. Miedo a las ilusiones de la gente que se pueden ver definitivamente frustradas sin posibilidad de recuperación. Miedo al vacío. Miedo a que Sáenz de Ynestrillas hable y salude alborozado al nuevo José Antonio (no somos ni de izquierdas ni de derechas, ¿recuerdan?) y por último, miedo a ceder delante de algo que simplemente no existe, querer parecerse a lo que no se es.
Pecaré de ortodoxo pero sé lo que soy y sé lo que no quiero ser ni a quién me quiero parecer. Vuelvo a repetir que quisiera equivocarme pero prefiero pecar de precavido y desconfiado que caer en brazos de algo que hace del individualismo, el carisma, el enfrentamiento, la violencia (dialéctica) y la manipulación bandera… Bertold Brecht decía “Y cuando vinieron a por mí ya era tarde”…Y eso tiene un nombre.