La Primera Guerra Mundial

1Hoy hace exactamente cien años que comenzó la Primera Guerra Mundial, un mes después de que se produjera el asesinato del archiduque de Austria Francisco Fernando y su esposa. Durante un mes las cancillerías europeas se movieron ante el ultimátum de Austria a Serbia para que entregara a los culpables. Finalmente en tal día como hoy de 1914 llegó la declaración de guerra que desencadenaría el mayor conflicto de la historia hasta ese momento.

La Primera Guerra Mundial es una gran desconocida, fundamentalmente por que hubo una Segunda mucho más mundial, mucho más documentada (los medios audiovisuales estaban muy desarrollados) y sobre todo, mucho más «peliculera», si se me permite la expresión. Sin embargo, la significación y resultados del conflicto que tuvo lugar entre 1914 y 1918 fueron a la corta y a la larga de una profundidad que va más allá de lo puramente militar. Una guerra salvaje sin parangón donde se pone de manifiesto toda la capacidad destructiva del ser humano (bombardeo de poblaciones, gases venenosos, ofensivas imposibles con más de 100.000 muertos en una mañana,…) Y que también pareció colmar, por un tiempo, ese afán bélico: las secuelas entre combatientes y no combatientes fueron terribles.

Y cuando digo más allá de lo militar me refiero a que fue el fin de un siglo y una era. El gran Erick Hobsbawm, maestro de historiadores, afirmaba que el siglo XIX era un siglo largo, había comenzado en 1789 con la Revolución Francesa y terminado en 1914 con la Primera Guerra Mundial. El tiempo en que la burguesía se había hecho con el poder, impuesto su modelo político, social y cultural y había terminado destruyéndolo en las trincheras de Verdún y el Somne y en las aguas del Atlántico. Se podrá decir que esa guerra no significó el final del poder burgués, que la burguesía y su modelo continúan. Efectivamente, pero aquel conflicto lo transformó de manera radical.

El sistema burgués estaba basado en la razón, en la lógica ilustrada, incluso en la infalibilidad del método cartesiano, en resumen todo se podía razonar sosteniéndose en unos principios humanistas irrenunciables. Hasta aquí correcto, sin embargo 1914 da al traste con ese sistema que es incapaz de impedir un conflicto como el que aconteció lanzándose a la más terrible de las irracionalidades y convirtiendo en lógicas cosas que antes y hoy no resultan absurdas, incluso aberrantes (como puso de manifiesto el mundo del arte a través de DADA). Fue el fin de la razón como garante del sistema. Y no sólo eso, el descreimiento en la política que abonará el nacimiento y desarrollo del fascismo y el nazismo, masas embrutecidas que han perdido la confianza en el sistema, y son abandonadas por él y que buscarán desesperadamente algo que les de personalidad, aunque sea como masa. Las consecuencias de esto son parte de otro comentario aunque todos las conocemos.

La política no será la misma al acabar la guerra, democracias debilitadas en su credibilidad, imperios disgregados y Europa que pierde su hegemonía mundial en beneficio de Estados Unidos y que ve como en el este se ha producido en 1917 el establecimiento del primer régimen comunista de la historia. Y el embrión de lo que iba a ser la gran crisis del capitalismo hasta la fecha, el «crak» de 1929 motivado entre otras causas por la interconexión de las economías a través de los créditos norteamericanos, la dedicación casi exclusiva de la industria a la guerra y el desigual aumento del consumo, suspensión de pagos de Alemania mientras se vivían los «happy twenties» en USA. Y, por si fuera poco, el golpe que supone para el otro gran movimiento de la época, el socialismo,  las posturas ante la guerra, desde el pacifismo antibelicista ejemplificado en el francés Jean Jaurés que le termina costando la vida a manos de un fanático nacionalista, hasta el voto de los créditos de guerra por el SPD alemán que antepone la defensa de la patria. La Segunda Internacional queda tocada de muerte y habrá que reiniciar la reconstrucción no sólo frente al descrédito igual que le sucede a la democracia burguesa, sino también al comunismo leninista que saca a Rusia de la guerra en cuanto accede al poder.

Fin de un modelo, crisis de la cultura, de las ideologías, debilitamiento del liberalismo, aparición del fascismo, crisis del capitalismo, aparición del comunismo estatal,… En fin un hecho cuyas consecuencias aún son visibles no sólo físicamente (me impresionó mucho ver en Brujas las estelas con los caídos de la ciudad en el conflicto) sino también en el imaginario europeo y por supuesto en nuestro desarrollo político.

Terminaré con una frase pronunciado por Edward Grey, ministro de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña la noche en que Alemania y Gran Bretaña entraron en guerra, el 4 de agosto, «Las lámparas se apagan en toda Europa. No volveremos a verla encendidas antes de morir»

 

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