Últimamente hemos comenzado a usar una antigua/nueva palabra: casta. Un día de estos escribiré sobre la importancia del lenguaje y de como el renunciar al propio (de la izquierda me refiero) transforma completamente la realidad. Y en esto estamos a rebufo de la derecha y de algunos más, auténticos especialistas en cambiarnos nuestras formas de expresión y, por tanto, de explicar esa realidad.
Pues bien, Hoy voy a hablar de ese término tan desagradable que se ha instalado en el imaginario popular: casta. Y, además, curiosamente, cuando se pronuncia se asocia, porque así han querido sus acuñadores/recuperadores, exclusivamente al PSOE en particular y en socialismo en general. Esto ya merece una primera reflexión. La izquierda pura, por sus ideas no contaminadas, su altura de miras, sus procesos asamblearios donde brilla la auténtica democracia, resulta que tiene «tics» de lo que dicen no ser. Me refiero al tradicional cainismo de la izquierda que existe desde la Primera Internacional y que nos ha llevado a pelear encarnizadamente por el mismo espacio político a socialistas, comunistas, anarquistas, socialdemócratas, socialistas liberales, por no hablar de marxistas, marxianos, maoistas, trosquistas, luxemburguistas, gramscianos, guevaristas y demás adjetivos. Y la nueva hornada izquierdista no es ajena a esta costumbre. El PSOE y, por ende, el socialismo, fijarse en que no se identifican con ninguna ideología (cosa que, curiosamente, les emparenta con la derecha) es el enemigo a desplazar, el que sobra, el que ocupa el espacio que quieren colonizar y, por eso, ese afán por desnaturalizar y desprestigiarlo. Sin embargo, en los últimos tiempos está ocurriendo una cosa cuando menos curiosa, el PSOE y el PSC han iniciado un proceso de primarias que no es ni más ni menos que la tan demandada participación de toda la ciudadanía. El PSC de Barcelona hace primarias abiertas, los primeros secretarios del PSC y el PSOE elegidos por toda la militancia y con el compromiso cierto de que tanto el candidato/a a la Generalitat como a la presidencia del gobierno serán elegidos en primarias abiertas. En cambio de forma espontánea una se postula como candidata a la alcaldía de de Barcelona con un numérico apoyo desconocido pero con su aureola de izquierdista inmaculada pidiendo la renovación de la política, eso sí sin primarias ni zarandajas de esas propias de los de la «casta». Y lo mismo el nuevo diputado europeo cuyo único mérito es tener un sillón en una cadena de televisión desde el que pontifica y repite el mantra de la casta. Es curioso este mundo en que se habla despectivamente de los profesionales de la política sin embargo nadie quiere caer en manos de un amateur de la medicina, ni siquiera de la fontanería… Y, por supuesto, como en todo, hay buenos y malos profesionales… Y aquí es donde entra lo de la casta. La denominación, nada inocente, se aplica de manera indiscriminada a toda la militancia socialista, grupo endogámico que hereda por nacimiento y mantiene unas formas oligárquicas. No hace mucho escuché en la cadena SER a una exconcejal del PSC en el ayuntamiento de Barcelona más cercana a los postulados de la que se va a presentar a alcaldesa, decir que el problema del partido es que todos los militantes cobramos un sueldo, y se quedó tan ancha, y, por supuesto, ninguna posibilidad de entrar a rectificar semejante disparate.
Sería muy manido repetir lo de los miles de concejales sin sueldo, que la militancia socialista la forman trabajadores, parados, amas de casa, jubilados, estudiantes, universitarios y personas con estudios primarios, personas muy respetables a las que nadie tiene el derecho de llamar casta que van a sus agrupaciones a trabajar, a hablar, a reunirse, a divertirse, y, por cierto, sin cobrar. Gentes que tiene cultura de partido, que ya sé, tal y como está el lenguaje, que suena a que tienen cuernos y rabo y que en el imaginario de la nueva izquierda son una rémora.
En fin, si queréis entrar en la lid hacedlo, si queréis buscar espacio hacedlo, pero dejadnos en paz y, sobre todo respetad a los que sí nos identificamos con una ideología y tenemos unas maneras de actuar, ¿mejorables? seguro. Por lo pronto más democráticos que los que presumen de ellos porque, y esto es motivo de otra reflexión, ojo con los liderazgos espontáneos que no se identifican con nada y se les presumen cosas que no han demostrado. En la Eneida Virgilio ya lo decía «Timeo Danaos et dona ferentes», «No te fíes de los griegos ni cuando traen regalos»