Me gusta la música de Debussy, Claude de France como le llamaban aquellos que contraponían su música a la de Wagner en un momento de exaltación del nacionalismo. Y me gusta por su obra, magnífica y por su concepción de la música, la belleza de sonido sin más, una combinación que busca la belleza intrínseca de un lenguaje puro alejado de las concepciones temáticas. Cada nota es un mundo cada combinación un sistema y el todo un delirio de belleza que aparece y desaparece instantáneamente. Impresionismo se la ha llamado queriéndola comparar con la contemporánea escuela pictórica que buscaba captar lo fugaz. Ciertamente hay paralelismo pero no caigamos en la comparación sencilla, son dos lenguajes diferentes, uno se capta voluntariamente y otro involuntariamente.
Recomendaciones, todas dirigidas por el maestro Celibidache, sumo sacerdote de esta música sin menospreciar a otros grandes maestros. «El preludio a la siesta de un fauno» cuya flauta inicial abre el siglo XX musical en un ejercicio prodigioso de sonidos sensuales. «La mer» un tríptico que describe sensaciones. «Iberia» en donde la parte conocida como los perfumes de la noche es el mayor ejemplo de todo lo que he dicho (y aquí sí el maestro rumano es imprescindible para escuchar todo lo que hay en la partitura) «Imágenes para orquesta», la inconmensurable obra para piano de una dificultad extrema por encontrar ese equilibrio entre expresión musical y belleza sonora.
El próximo día Brahms