Técnica del golpe de estado

Hoy me voy a poner tremendista, un estado de ánimo y emocional que se produce por reacción contra algo que consideras absolutamente injusto y que lleva a posturas maximalistas de todo o nada. Expuesta la previa para que nadie se lleve a engaño y tenga en cuenta mi indignación como atenuante si algo molesta o resulta disonante, comienzo.

No son buenos tiempos para la política y menos para los políticos. Hace mucho tiempo que dejé de creer en las casualidades, aunque haberlas haylas, y tantas cosas juntas unidas a reacciones populares y medidas gubernamentales no dejan de producirme inquietud.

Vamos a dejar al margen la crisis, comodín que excusa todo, algunas veces de manera absurda. Por ejemplo. Resulta que España es un país en donde de manera muy mayoritaria hay pequeña y mediana empresa, su problema fundamental es la falta de consumo, Solución, por cierto la única posible según el gobierno: recortes en sanidad y educación. ¿Tiene algo que ver? No, pero hay que hacerlo repiten como mantra.

Dicho esto veamos cosas que han sucedido este primer año. Para comenzar criminalización social por parte del gobierno de funcionarios, docentes, personal sanitario, gente privilegiada en general. A esto añadamos la cantinela de la necesaria «externalización» de los servicios públicos que han arruinado al país pero que, curiosamente, son fruto apetecible de empresas y empresarios. Y, a todo esto, la diaria aparición de casos de corrupción que denigran a la clase política a una impopularidad sin precedentes que no  recae únicamente sobre los presuntos delincuentes sino sobre todos y cada uno. Hoy en día ser diputado, senador o concejal es motivo de sospecha de ser delincuente o inútil.

¿Y todo esto que tiene que ver con un golpe de estado? Y aquí es donde me pongo tremendo. La derecha española tiene un historial golpista nada despreciable. Durante años tuvo, y tiene, todos los poderes fácticos a su servicio, oligarquía agraria e industrial, ejército e iglesia. Si hacemos un cálculo sencillo en la historia contemporánea de España, 205 años, la derecha ha estado en el poder 182, por 23 de la izquierda. Una desproporción evidente ¿fruto de un proceso democrático? no hace falta recordar nuestra historia. De la muerte de Franco aquí las cosas cambian, prevalencia en el tiempo de la izquierda, entrada en Europa, en fin que nuestra derecha parecía que debía iniciar el camino de la modernización, pero dos mayorías absolutas han sido suficientes para volver a tratar de imponer su modelo social oligárquico y clasista que es el que ha de prevalecer, porque así ha sido siempre, orden y jerarquía. Reforma educativa, ¿cómo es que han podido ir a la universidad los hijos y ¡las hijas! de los trabajadores? ¿Qué monstruosidad es esa de las becas? Reforma judicial, el que no se lo pueda pagar no tiene derecho a acudir a los tribunales, si hay alguna injusticia ya se te premiará en el cielo. Reforma laboral, o lo tomas o lo dejas, tantos derechos y tantas pagas han arruinado al país. Y la penúltima, reforma de régimen local. Los concejales no han de cobrar, como ya ocurre con los diputados de Castilla-La Mancha. A la política sólo se han de dedicar los que tiene medios o a tiempo parcial. ¿Alguien piensa que cualquiera que trabaje, un mecánico pongamos por caso, podrá dedicarse a la política al finalizar su jornada? ¿Quién podrá?. Sugiero un repaso a aquella arcadia feliz de la derecha que fue el control caciquil de las poblaciones y entenderemos muchas cosas. El atentado democrático es evidente, ni igualdad de oportunidades ni posibilidad de las clases populares de ejercer la política. Además de la ya de por sí absurda, estúpida, demagógica y populista idea de que un político o política no debe cobrar. Porque ahora si me pongo tremendo, si alguien piensa que alguien de derechas lo va a hacer por amor al arte más vale que se lo vaya repensando.

Pero lo más grave lo estamos viviendo en estos tiempos y que se ha materializado ayer cuando la policía ha tenido que sacar de una manifestación por el tema de las hipotecas a una militante de las Juventudes Socialistas y a un diputado europeo del PSOE. Muchos de los asistentes les increpaban al grito de «No nos representan». Alguien dirá, «un hecho aislado». Ojalá, pero uno es historiador y sabe en que momentos se criminalizó a la clase política y cuales fueron las consecuencias, y no hace falta irse muy lejos en el tiempo.

El monstruo se ha desatado, la contrareforma está en marcha y la derecha, y no sólo la española, tampoco hay que irse muy lejos de Cataluña, sonríe con fruición ante el deterioro de la política. Nunca les ha hecho falta, ellos mandan y ahora tiene posibilidad de volvernos a poner en nuestro sitio, algo que sólo la política puede corregir, así que cuanto peor le vaya a la política y a los políticos, mejor para la derecha.

Podemos ver un atisbo de esperanza en la reacción popular pero existe una contradicción y es cuando a las justas reivindicaciones sobre lo logrado todos estos años, y aunque alguno le fastidie, fruto de estar en el poder gobiernos socialistas, se mezclan con la denigración de la política, esto es lo que finalmente queda, y los mismos que gritan no nos representan acaban elevando sus manos aclamando como antaño ante nuevas/antiguas formas de poder que nada tienen que ver con la democracia.

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