Tras la algarada/provocación/reventón del debate programado en la SER con los candidatos y candidatas a la presidencia de la Comunidad de Madrid (excluida la del PP porque se niega directamente a debatir, cosas del dogma y la razón absoluta) se suspendieron todos los demás encuentros programados. El primero iba a tener lugar en la Sexta, cadena habituada a programas de sangre y vísceras con bandos de tertulianos que se lanzan de todo y saben de todo (Marhuenda, Inda,…) y otros con periodista en jefe cortando el bacalao sin respetar aquella máxima de que el que tiene que hablar es el invitado porque es el que sabe, o para eso se le ha traido. Pues bien, a alguien se le ocurrió sustituir el debate electoral por un encuentro de cuatro intelectuales: Adela Cortina, catedrática de ética, Víctor Lapuente, catedrático de Ciencia Política, José Antonio Marina, filósofo y pedagogo y Juan Luis Arsuaga, paleoantropólogo.
No voy a entrar en las cosas que se dijeron, todas ellas de un nivel ajeno, desgraciadamente desde hace mucho tiempo, a nuestra televisión, sino en el cómo se dijeron. El diálogo sosegado es posible, el escucharse, el reflexionar sobre lo que otro comparte, la matización, incluso el desacuerdo, expresado de manera educada y con la intención no de aniquilar el argumento contrario si no de enriquecerlo y seguir adelante. Que magnífica lección de para que sirve la comunicación, la palabra, y que puede resumirse en que, después de algo así, uno es mejor persona.
¿Rara avis? Entré en el chat del programa y pedí que pusieran en parrilla un programa así y me alegré de verdad, porque no fui el único. Vino a mi memoria uno de mis recuerdos televisivos más gratos, cuando los viernes por la tarde de hace muchos muchos años, me sentaba a ver «La Clave» de José Luis Balbín con su película y su diálogo de sabios y sabias hasta pasadas las doce de la noche. Centenares de temas diferentes, de preguntas, hablaban de historia, de ciencia, de filosofía, de política, de economía y nadie gritaba, todos se escuchaban y aprendimos que era posible la traducción simultánea. Cuantas cosas aprendí y que, por la edad que tenía, forjaron mi vocación.
Hace mucho tiempo Platón en esa obra que debiera ser de lectura obligada, «El banquete», escribió que Sócrates fue invitado y se encontró con Aristodemo que no lo había sido y le dijo que se uniera y ante las dudas de este sobre que decir presentándose de esa manera el sabio griego le respondió, vamos juntos por el camino y hablando algo se nos ocurrirá.