La alcaldesa de Barcelona ha vuelto de las vacaciones y a través de las redes lo ha puesto de manifiesto. Leo la información que publica el diario EL País en su sección Cataluña (http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/08/10/catalunya/1439224477_097982.html) y me sugiere una serie de ideas que quisiera exponer tal y como hice en “La mujer del César en el Ayuntamiento de Barcelona” (https://wordpress.com/post/41917524/1131/) Así que citaré literalmente el diario y lo desarrollaré no con ánimo de polemizar sino simplemente de opinar, incluso de ayudar a gobernar una ciudad que si continúa por los derroteros que señala el diario y los hechos que se van conociendo se puede abocar, debido a que el gobierno actual se identifica con la izquierda, a un dominio conservador de décadas impulsado por una propaganda de la derecha que no dudará en explotar las debilidades manifiestas de la coalición gobernante.
“Aparentemente tengo más poder que nunca, y sin embargo en cierto sentido me siento más impotente: a diferencia del activismo social en el que he estado muchos años, ahora no puedo actuar para dar respuesta a casos individuales”
Señora alcaldesa, usted no tiene poder, tiene un mandato popular para gobernar esta ciudad durante cuatro años. Tener poder es otra cosa y pone de manifiesto la confusión que tienen encabezando el ayuntamiento de Barcelona ¿Pensaba ciertamente que estaba peleando por un poder que le iba a conferir el don de arreglar las cosas como consecuencia de aplicar su voluntad? Tiene 11 regidores, número a todas luces insuficiente para gobernar una ciudad como esta frente a 27 que también tienen un mandato popular. Ese poder que usted apela terminó hace muchos años.
Colau explica que no puede utilizar el poder que tiene como máxima autoridad del Ayuntamiento porque sería considerado “clientelismo” o incluso “tráfico de influencias”.
Y dale con el poder y la idea de imponer su voluntad que, sin duda, es magnífica pero seguro será mal interpretada por el resto. De todos maneras después de los episodios de familiares y amigos ocupando cargos y la justificación en el programa de Pepa Bueno de que “lo hacen todos” y, por lo tanto, ya está justificado, sería conveniente un poco más de prudencia por parte de la alcaldesa sobre lo que entiende por eso que nombra y a lo que no quiere que le asimilen.
Colau ha puesto algunos ejemplos de la labor que están haciendo desde el Ayuntamiento, como aumentar las becas comedor y las viviendas de alquiler social, promover políticas de empleo a través de la agencia Barcelona Activa, aprobar planes de impulso del comercio de proximidad y del turismo sostenible y la rehabilitación urbana y energética. Sin embargo, ha insistido en que necesitan tiempo para “empezar a mostrar resultados sustantivos”.
Y esta es la parte donde quiero hacer más hincapié. Resulta que pone en marcha políticas que denostaba cuando hacía campaña. Porqué todo lo que expone lo puso en marcha y mantuvo el gobierno progresista encabezado por el PSC que gobernó esta ciudad desde el principio de la democracia. Porque Barcelona no ha sido como se ha querido mostrar únicamente turismo y grandes citas, ha sido también ejemplo de cómo se cohesiona una ciudad y se dignifican los barrios dotándolos según sus necesidades evitando fracturas sociales y ciudadanos de primera y de segunda. Pero era más fácil criticar, pasar la brocha, acusar al PSC de cleptocracia y desear su desaparición y ahora resulta que la nueva política quiere recuperar la política que hasta hace cuatro años fue bandera de Barcelona. Quizás ahora demuestre un poco más de respeto por los gobiernos de una ciudad que existía antes de que ella llegara y donde no existe una Cañada Real a 15 minutos del centro.
A lo mejor ahora la alcaldesa y su equipo dejan de hacer estética y pasan a gobernar porque no está ahí para demostrar impotencia ni para llorar, está ahí para dar soluciones a problemas, que la ciudad funcione día a día y proyectarla hacia futuro. Y cuando un ciudadano o ciudadana se le acerca a exponer un problema no se trata de hacer un alarde poder y resolverlo como se haría si estuviéramos en época del absolutismo. Hay que objetivarlo y atacar la causa no de ese problema en particular sino de toda la problemática similar que debe existir. Saldrá bien o mal pero eso es gobernar. Los shows de cara a la galería (sueldos, juegos, bustos, fotos en el metro,…) pueden dar réditos inmediatos en una política de estética populista pero lo que da consistencia es gobernar, la mayoría de las veces en silencio como hicieron muchos regidores y regidoras junto a ciudadanos y ciudadanas, porque ni siquiera BC ha inventado la participación. Trabajar en los distritos día a día, como sucedió durante los gobiernos de progreso, y eso la alcaldesa y su equipo tardan en afrontarlo y cuanto más tarden mayor será su incapacidad. Decían los antiguos que lo importante no es el poder real sino el que tus oponentes creen que tienes. Si va diciendo que se ve impotente poco favor hace a su causa porque eso que se llama poder en democracia es acción de gobierno, medidas unas a la corta y otras a la larga respetando las normas del juego y poniendo por delante el bien de la mayoría sabiendo que una gran parte no participa de tus ideas. Lo dicho por la alcaldesa puede garantizarle su titular diario pero todo tiene su contradicción y los tiburones huelen la sangre a distancia.
Barcelona no espera y la sensación después de lo leído es que, desgraciadamente, les supera. Bienvenida al mundo real.