Para muchos hablar de Mozart es hablar de la esencia de la música. De todos es conocida la historia de niño prodigio, o más que prodigio que tocaba el piano, el violín y componía antes de cumplir los 7 años, tocaba a primera vista y tenía una memoria musical como no se ha conocido otra. Un caso único. Seguramente habrá quedado la imagen de la película “Amadeus” de Milos Forman donde se le pintaba de manera superficial y con aquella risa floja que recorre todo el film mientras Antonio Salieri, un gran músico por cierto, trazaba su plan para liquidar al genio (asunto muy alejado de la realidad). No sé cómo sería Mozart e la realidad, tenemos testimonios y correspondencia y, para mí, era una persona como otra con sus ideas, sus manías, amigo de la buena vida y algo que siempre me ha parecido reseñable aunque no sé si él fue consciente, que creo que sí, fue uno de los primeros músicos en romper con su condición social y laboral, todos vivían a la sombre de un mecenas (caso de otro gran genio como Haydn del que ya hablaremos) y él rompió, o lo intentó, con aquella condición.
Y hablando ya de música comenzaría diciendo que no hay obra de Mozart que no sea reconocible, siempre hay un momento, una frase, un giro genial, algo que aunque la obra pueda parecer intrascendente de repente te eleva a lo más alto y es que roza, por no decir que es, la perfección. Pero la perfección de la simpleza, de lo sencillo, todo fluye de manera natural y donde cada nota es necesaria y si se cambia da la sensación que todo el edificio cae. No hay complicaciones, no hay rarezas porque la música “siempre ha de ser música”. Este último entrecomillado me lleva a otra reflexión, la vida del autor, muchas veces trágica, no se ve reflejada en la obra. Era capaz de separar lo artístico de lo vital y recibiendo golpes duros escribir obras llenas de vida que en nada parecen reflejar lo vivido. Aunque añadiría un matiz, para mí hay un punto muchas veces de melancolía, y vuelvo a comparar con Haydn. Algo personal e intransferible, algo que, como dije ayer, no se puede describir con palabras sino sentirlo.
¿Y qué se puede oír de Mozart? La respuesta es fácil: todo. Un catálogo de 622 obras de las que trataré de entresacar algunas. La deliciosa música de cámara de la que me quedaría con las serenatas, obras para ambientar las fiestas y que muy pocos debieron escuchar en su día. Las interpretaciones del maestro Neville Marriner son una buena entrada. En música orquestal hay de todo. Las 41 sinfonías de las que yo recomendaría escuchar ( si es posible todas) las 5 primeras, obras de infancia/adolescencia con un encanto especial y donde el genio descubre frases sencillas y memorables y luego la tremenda 35 “Haffner” la olímpica 36 “Linz” esa joya que es la 38 “Praga” y, por supuesto las tres últimas, suficientes para pasar a la historia de la música. La 40 conocida por la mayoría y en cuyo primer movimiento vio el romanticismo una primera señal de lo que habría de venir. Pero añadiré algunas debilidades, la 25, subyugante y la 29, por que sí, porque me gusta, porque es Mozart en estado puro. Y en cuanto a intérpretes Colin Davis, Beecham, Abbado, Giulini y, por supuesto Carlos Kleiber. Lo mismo ocurre con los 27 conciertos para piano, cualquiera vale aunque personalmente me inclino por el 20, el 22 y el 25 con Baremboin a la cabeza. Una delicia los cinco conciertos para violín con un tercero que quita el aliento y cuyo segundo movimiento es una joya del arte por sí sólo. Los conciertos para flauta, instrumento que no le gustaba nada, menos mal, y ese soberbio concierto para clarinete, una de sus últimas obras. Y hablando de últimas que casualidad que la muerte le encontrara escribiendo un “Requiem”, misa de difuntos, que quedó inconcluso, aún así de obligada escucha, con Giulini, Abbado o Bernstein.
Y la ópera. Una soberbia colección de obras con “Don Juan” a la cabeza, esto es muy personal, pero con otras escritas con letras de oro como “Las bodas de Fígaro”, “El rapto en el serrallo” o “La flauta mágica”
En resumen, música, música, música.
Y la próxima entrada: Beethoven