La derecha

La pregunta es ¿hay una derecha liberal en España? Los de esa causa dirán que es como se definen y que faltaría más…Sin embargo, hace ya tiempo que no parece tal cosa y lo digo por comparación con otras derechas europeas y las continuas desautorizaciones por parte de los conservadores europeos a las gentes de Casado.

Hagamos un poco de historia. El termino liberal surgido a finales del siglo XIX era sinónimo de progresismo y defensor del mejor lema político de la historia, «Libertad e igualdad» y al que se añadió con mucho sentido a partir de 1830 el de «Fraternidad». Base de las ideologías contemporáneas de un lado y de otro (recordemos a Indalecio Prieto del PSOE cuando dijo aquello de que se había hecho socialista a fuerza de liberal) delimita claramente entre conservadores y progresistas, entre derecha e izquierda. Sin embargo, cada estado lo desarrolló por sus propias circunstancias y España no iba a ser menos. Trataré de resumir al máximo en un ejercicio en el que, lógicamente, habrán de añadirse los matices.

Absolutismo monárquico como en el resto de Europa, guerra de la Independencia y el primer intento de dotar a España de una Constitución liberal (1812). Y, al igual que en Europa, tras el paréntesis napoleónico retorno del absolutismo (Fernando VII) Y aquí comienza la diferencia, o el matiz español, tres guerras civiles (las carlistas) entre liberales y absolutistas, la continua presencia de la fuerza en la política donde los generales marcaban el ritmo y donde el liberalismo gobernante seguía vinculado a los poderes tradicionales del país, el agrario, la iglesia y una burguesía que lejos de ser revolucionaria se había hecho terrateniente mirándose en el espejo de la nobleza. Seis años entre 1868 y 1874 que verdaderamente pudieron ser revolucionarios truncados por la muerte de Prim (también general, no lo olvidemos) y una república que no cuajó. Después el retorno del rey Borbón y el periodo de paz y estabilidad que dio la llamada Restauración a un país harto de vaivenes. Un sistema que amplificó el caciquismo (sigue siendo básico leer a Costa) mantuvo el poder tradicional y silenció a las masas. Un sistema que aguantó hasta 1930 descomponiéndose sin remedio dando paso a la Segunda República. Sin olvidar la primera experiencia autoritaria de la derecha con la dictadura de Primo de Rivera. Después, ya sabemos, la guerra civil y la victoria…

Ninguna tradición intelectual y una actividad política basada en el enfrentamiento (salvo honrosas excepciones) y en la eliminación del contrario. Todo vale porque la única cosa que les adorna es eso, la victoria. No hay que extrañarse que el votante de derechas español vaya teniendo más apetencia de votar a la extrema derecha que al PP. Históricamente frente a la división ideológica de la izquierda siempre ha habido un partido que amparaba a toda la derecha y el hecho de que no existiera VOX era porque estaba dentro y en algunas etapas como con Fraga y Aznar, muy a gusto. El marianismo, las corruptelas y también, el populismo de izquierdas, le hizo tomar cuerpo aumentando cada vez más su presencia. Los patéticos intentos del PP de utilizar el mismo lenguaje extremista al mismo tiempo que hablan de centro, lo descomponen cada vez más. Incubar el huevo de la serpiente es lo que tiene.

El carlismo de los de UPN y de Junts, sin olvidar al PNV y los esencialismos de la CUP y Bildu que retrotraen a ese origen, Incluso el mostrado por ERC, partido al que no se le conoce ninguna raíz ni ideológica ni sindical y que en cuanto puede dice que le importa un pito la gobernabilidad. La tradición ultramontana lo impregna todo.

Y lo que es peor, la deriva de la política hacia el enfrentamiento y el odio, el deseo de volver a escuchar aquello de «cautivo y desarmado el ejército rojo…» Eso fue el momentáneo estallido de entusiasmo de la bancada de la derecha cuando parecían haber ganado la votación de la reforma laboral. Una cuestión que conseguido el consenso de las partes cualquiera podía haber votado a favor por coherencia política de derechas y de izquierda, pero no, hay que destruir al adversario porque la tierra que piso es mía y de nadie más y porque, a ver si lo asumen de una vez esos rojos, perdieron la guerra. Eso es lo fundamental, después los dejes trumpistas deslegitimando la democracia y arrogándose la voluntad popular, el cavernario lenguaje del exabrupto, la retórica falangista del trabajo, el apoyo a algaradas… No voy a volver a repasar la historia pero si alguien tiene ganas que le eche un vistazo a los años treinta. La diferencia es que en Europa la guerra la perdieron y en España la ganaron

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